Jaime E. Peñaloza Durán: Centros Comerciales, cines y más

Inicia la semana comprendida entre el domingo 21 y el sábado 27 de marzo. Es el día 80 del año y faltan 285 para que finalice 2021

Celebraciones: Equinoccio otoñal en el hemisferio sur y primaveral o vernal en el hemisferio norte. Inicio del horóscopo. Día Mundial de la Poesía. Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Día Internacional de los Bosques. Día Internacional del Color. Día del Síndrome de Down.

Pensamiento: “El paso a la modernidad tecnológica en los negocios, trajo consigo innumerables adelantos prácticos, pero dejó para el recuerdo la nostalgia de las relaciones comerciales de persona a persona”. 

Entérate24.com- Con la transformación económica de Venezuela hace aproximadamente cincuenta años, vino la modernización del país mostrada en el crecimiento y desarrollo de sus pequeñas ciudades hacia grandes cosmopolitas. En lo comercial, se equipara con el resto del mundo, haciendo más fácil realizar las principales compras de bienes y servicios en cualquier época del año y preferiblemente en un solo lugar.

Por esta razón y en el deseo de satisfacer las necesidades de las personas, surgieron como una moda los impresionantes y lujosos centros comerciales. El propósito de los mismos fue concentrar en un solo espacio cerrado toda una gama de la cadena de comercialización capaz de satisfacer todos los niveles de exigencia del público consumidor.   

El moderno desarrollo urbanístico trasladó los distintos renglones del comercio hacia el nuevo complejo comercial, logrando de esta manera que la gente no tuviese que buscar en otro lugar el producto deseado.

Igualmente estos centros contaban con distintas áreas de esparcimiento para niños y adultos, donde se podía pasar un día completo mirando lujosas vidrieras, y consumiendo las conocidas comidas rápidas de los fines de semana.

Otro aspecto importante era que de lunes a viernes las personas acudían a consultas médicas en sofisticados consultorios destinados no solo a transformar la belleza física de las damas, sino también a la prestación de las primeras atenciones médicas de carácter general en consultas programadas.

Cuando cualquier familiar o amigo venía del interior del país, ya se le tenía destinado como tour obligatorio, un paseo durante el fin de semana dentro de la estructura de la mole de concreto, que sin duda para él significaba motivo de gran impacto emocional, al verse en medio de tantas excentricidades nunca vistas.  

Luego del paseo, la persona quedaba tan gratamente impresionada por el modernismo que representaba aquel lujoso y gigantesco complejo artístico, que partía de la capital con la esperanza cifrada en el deseo de regresar pronto, y en su mente el curioso compromiso de compartir esas maravillosas experiencias con sus coterráneos de los lugares más recónditos de residencia.

Los centros comerciales en Venezuela fueron perfectamente diseñados, ya que el público asistente hizo de ellos los lugares predilectos del paseo obligatorio del fin de semana, donde a los más pequeños se les llevaba en compensación por haberse portado bien durante la semana y haber realizado satisfactoriamente sus tareas.

Se les premiaba con el disfrute en los improvisados mini parques de atracciones con algunas limitaciones si se le comparaban con los que tuvimos algunos no tan jóvenes cuando llegaba un circo o algo parecido del mundo del entretenimiento a la ciudad de Caracas. 

Con el tiempo y como consecuencia de la vorágine con la cual el modernismo se abre paso entre lo tradicional y lo tristemente en vía de obsolescencia, desaparecieron de la capital los tradicionales centros de distracción general.

Un vivo ejemplo de esas desapariciones fueron los cines, los cuales sin mayor explicación fueron derrumbados o convertidos en centros de nuevas religiones emergentes. Por lo que en lo adelante para disfrutar de una película, se tendría que acudir a los centros comerciales donde habían migrado las empresas propietarias de los derechos de las proyecciones cinematográficas.

Ahora las exhibiciones se hacen en diferentes horarios escalonados dentro de una serie de encerradas salas que ciertamente presentan la gran ventaja de poder escoger entre una gran variedad de películas programadas, pero tan pegadas unas de las otras que en ocasiones el visitante confunde la puerta de entrada. 

En relación a los autocines nunca se presentaba confusión para entrar, pero, lo que sí ocurría era que cuando alguien muy emocionado entraba con las luces del vehículo encendidas, se formaba tremendo escándalo de cornetas que no cesaban hasta que el nervioso conductor las apagara.

La función duraba el tiempo reglamentario, pero lo que no se sabía a ciencia cierta, era el tiempo que se dedicaba a prestarle debida atención a la película.

Las salas de cine en los centros comerciales las hicieron tan pequeñas y entremezcladas unas con las otras, que durante las funciones casi se oyen las ondas sonoras de la tecnología que “Dolby Atmos” ofrece al mundo como la máxima detección y claridad de sonido en cualquier sala sin importar el tamaño de esta. 

Una de las ventajas ofrecidas por estas modernas salas, es la variedad de comidas y chucherías que se encuentran en las vecinas ferias de comidas rápidas compradas para antes, durante y después de las proyecciones cinematográficas. 

Asimismo, el ruido característico de las butacas al bajarlas para uno sentarse, distraían el sonido de las bolsas de cotufas y otros papeles de celofán, pero jamás acaban con el olor tan característico con que estas impregnaban el nivel donde las preparaban. 

Dentro de las salas el silencio era colectivo, hasta el momento en que por descuido el timbre de un celular de alguien sonaba para preguntar a otro despistado en que fila se encontraba sentado, y de esto ya se desataba una colección de pitas ofensivas y órdenes de callarse.  

Por el vehículo no había mayores inconvenientes, porque muchos entraban por el nivel de estacionamiento cancelando altas tarifas que cada día aumentaban en su cuantía por horas, hasta que finalmente se le ocurrió a las juntas administradoras la brillante idea de cobrar una tarifa única independientemente del tiempo que se pudiera permanecer en las instalaciones destinadas para ello.

En estos espacios generalmente acechaba la mirada de un guardia de seguridad hacia el vehículo que uno estacionaba, siempre a la espera de una módica propina que si se entregaba al momento de estacionar era mucho mejor.

Las amas de casa y jóvenes sedientas de sana diversión, contaban con un sinnúmero de tiendas y locales comerciales para disfrutar más con la vista que con la chequera o tarjeta de crédito, la compra de las últimas modas de las mejores tiendas europeas y neoyorkinas. 

También se contaba dentro de las instalaciones de los clubs, hoteles y discotecas, con amplios espacios para la celebración de las más importantes fechas de variados aniversarios.

Los principales bancos y muchas empresas aseguradoras no se hicieron esperar y todos fueron alineadamente a convivir con el resto de la actividad económica generada dentro de esos grandes espacios comerciales.

La inteligente combinación de vida comercial y asiento físico de importantes centros y direcciones ejecutivas de grandes empresas del mundo, los despachos de reconocidos abogados y hombres de negocios, igualmente encontraron su asiento principal en la parte administrativa o áreas para oficinas como muchos los llamaban en dichos centros. 

Otros prefirieron escoger este estilo de sede administrativa, debido a que a pesar del bullicio de la gente, realmente pasaban bastante desapercibidos por el hecho de que el mayor tráfico de personas se daba los fines de semanas y días feriados, lo cual jugaba perfectamente bien con las actividades profesionales realizadas de lunes a viernes por estos selectos hombres de negocios.

La navidad fue trasladada completamente hacia los centros comerciales, que desde finales del mes de septiembre ya empezaban con la exhibición y ofertas de la mercancía decembrina.

Tanto fue la influencia navideña en dichos centros comerciales, que en el lenguaje del venezolano común se escuchaban comentarios y hasta se hacían competencias acerca de cuál de los centros comerciales estaba mejor adornado. Igualmente las amas de casa llamaban a sus amigas comentandole que, ¡en tal parte, ya llegó la navidad vamos a verla!, ¡anímate que el domingo habrá gaitas! Y así se adelantaba la navidad en Caracas.  

En Venezuela el primer centro comercial fue diseñado por el arquitecto Don Hatch junto con el equipo técnico de de la empresa IBEC propiedad de Nelson Rockefeller en 1949, para la ciudad de Maracaibo en el estado Zulia, en el funcionaría el Supermercado Todos, C.A. (posteriormente denominado CADA).

Más adelante el estilo norteamericano y sus estándares de vida, impulsan la introducción de nuevos modelos como lo fue el automercado y la fuente de soda.

Posteriormente ese estilo de comercio fue construido en la ciudad de Valencia (Camoruco), dando vida al automercado CADA, y dar paso seguidamente en el año 1955 a la construcción del Centro Comercial Automercado Las Mercedes el primero en la capital venezolana, ubicado en Avenida Principal de Las Mercedes con Río de Janeiro, Municipio Baruta, y para los que no se acuerdan muy bien, se encuentra frente al C.V.A. (Colegio Venezolano Americano).

De lo que fueron buenos sueños, hoy pudiera recordarse por ejemplo que el Pasaje Zingg fue el Primer Centro Comercial de Venezuela, que contó con la Primera Escalera mecánica del país, ubicada en ese Edificio Zingg, por allá en la década de los cincuenta.

En 1940, la Casa Zingg decide construir su sede en Caracas y comienza con la construcción del Edificio Zingg. El edificio fue diseñado por Oskar Herz en el año 1940 y su construcción la llevó a cabo la Oficina Técnica Blaschitz, este utilizó una estructura sólida y resistente a los terremotos. 

En el lugar se instalaron las primeras escaleras mecánicas en Venezuela y uno de los primeros ascensores de carga, lo que le da a Caracas la modernidad de cualquier ciudad europea.

Las escaleras estaban hechas de madera y funcionaban con un sistema de motores mecánicos encargados de hacerlas bajar y subir. El general Marcos Pérez Jiménez fue una de las primeras personas en utilizar las novedosas escaleras mecánicas.

En 1953, se le da al arquitecto Arthur Kahn, la tarea de modificarlo y convertirlo en un pasaje al estilo parisino que albergara a los comercios y boutiques más lujosos de Caracas. Se construyen cuarenta locales y el lugar se convierte es uno de los primeros centros comerciales importantes del país.

El Pasaje Zingg fue inaugurado el 6 de mayo de 1953 y el lema del centro comercial era: Caracas aprendió a subir escaleras sin levantar los pies.

El Pasaje Zingg se encuentra ubicado en la Avenida Universidad, entre las Esquinas Sociedad y Traposos, Municipio Libertador, Parroquia Catedral, Caracas, Venezuela. (Fuente: Historia de los centros comerciales en Venezuela).

Un axioma del derecho concibe que todo lo subsidiario sigue la suerte de lo principal, por ello, y en consonancia con la analogía del derecho, cuando un país deja de ser normal y pasa a ser solo tierra de supervivencia, lo mismo ocurre con las instituciones y actividades generales.

Hoy en día, aun existiendo esas moles y la construcción de otras tantas, los riesgos se han exponenciado en todos los sentidos, principalmente los atinentes a la seguridad tanto material, física y personal como económica.

Los riesgos han venido en aumento de progresión geométrica, que van desde el abordaje del transporte público donde puede ser tentado por el hampa en cualquier parada o estación del metro, hasta el grave hecho de abordar a la salida del centro comercial una camioneta por puesto que por cierto ya casi no existe.

El riesgo con el vehículo no solo pasa por el hecho de que sea robado o desmantelado dentro de estos estacionamientos, sino que pueden convertir la alegría del fin de semana en un verdadero viacrucis para lograr la indemnización correspondiente al daño que se le haya causado.

Luego de regresar a casa obligatoriamente antes de oscurecer, el peligro latente se mantiene con el hampa común y las que más que común se encuentran bien organizadas. 

Ambas hacen al final del entretenimiento comercial un maratónico deseo de llegar al hogar sano y salvo, luego de sortear la cadena de alcabalas improvisadas en cualquier lugar donde funcionarios de las distintas fuerzas públicas solicitan todos los documentos “so pena” de detener el vehículo a cambio de la respectiva mordida en dólares.

Sin duda, el otro elemento que ha limitado la afluencia de venezolanos a los centros comerciales por muy modernos que estos sean, es el terror a la pandemia del covid-19, que definitivamente ha impedido cumplir con las constantes visitas a ellos como se hiciera en el pasado.

Esta situación ha dejado a muchas personas con las ganas de medirse las prendas y lucirlas frente a los sofisticados espejos de las boutiques, para tener que conformarse con las compras On Line y la diligente entrega a tiempo de la empresa Amazon, con lo cual  no se garantizan las perfecciones de las respectivas tallas.

Curiosamente en Venezuela y muy a pesar de las vicisitudes económicas en las que se encuentra desde hace dos décadas, en cada estado se han construido un promedio entre dos y diez centros comerciales, siendo las localidades con mayor número el Distrito Capital, y los estados Aragua, Zulia y Carabobo, sumando a nivel nacional el no despreciable número de más de 1.870 centros comerciales construidos en el país.  

En conclusión, los adelantos tecnológicos instalados hoy en día en los centros comerciales, nos han llevado a cancelar los productos frente a sofisticados puntos electrónicos de pago  o a través de las instantáneas transferencias bancarias, mientras que “In aliis autem temporibus non fuisse e re haggling a discount winemaker cellarium neque in Turca agi accipique ut singulis nobis in omni casu Napa” y que en mi Bachaquero querido, allá en el Zulia comentarán, “en otros tiempos contábamos con la ventaja de regatearle rebaja al bodeguero, al turco del almacén o en todo caso negociábamos para sacar la respectiva ñapa”.

Saludos, vuelvo en una semana

Jaime E. Peñaloza Durán.