Ángel Lombardi: Una transición con el chavismo en el poder no será un juego limpio

Lo indicó en medio de una entrevista para un medio zuliano que a continuación, reproducimos para ustedes

Entérate24.com- “Una transición con el chavismo en el poder no será un juego limpio; sin embargo, conciliar, reconciliar, negociar no son malas palabras en política”, destacó Ángel Lombardi, historiador y exrector de La Universidad del Zulia (LUZ).

En medio de una entrevista para un medio zuliano, Lombardi ofreció una mirada retrospectiva acerca de la actual coyuntura política y social que atraviesa el país y también analizó las coincidencias históricas de esta crisis con las del siglo XIX y el siglo XX.

A continuación, presentamos la entrevista de manera íntegra.

—¿Existe algún antecedente histórico de características similares a la crisis que actualmente atraviesa el país?

—Nos ha sorprendido la situación venezolana porque tuvimos el privilegio de un siglo XX con un período muy largo de relativa tranquilidad política, estabilidad y prosperidad económica. El siglo XX venezolano fue para nuestra sociedad, para nuestro país exitoso, lógicamente, hay una explicación económica y es que a partir del año 1914, cuando se explota el primer pozo petrolero, para efectos de comercio internacional, luego después del año 1922, cuando el ingreso petrolero excede a cualquier otro ingreso de exportación, una economía próspera, donde el petróleo lo movía todo y eso permitió que la sociedad venezolana diera un salto cualitativo y cuantitativo de un siglo XIX de pobreza, atraso, guerras civiles, analfabetismo, autoritarismo, en fin, una Venezuela que tenía muchísimos problemas, nosotros quedamos arruinados después de la Independencia.

Entonces después de un siglo largo de ruina general, de pronto el petróleo permitió un crecimiento demográfico, nosotros éramos un país muy pequeño, comenzando el siglo XX no pasaba de tres millones de habitantes, la población se desplazó del campo a la ciudad, se desarrollaron las ciudades, Caracas y Maracaibo en los años cuarenta eran una aldea,  a partir de los cincuenta hay un gran desarrollo urbanístico, aparecen las clases medias, modernas, urbanas, se crea un gran sistema de salubridad pública que logró erradicar enfermedades endémicas tropicales, las expectativas de vida cuando muere Gómez eran de menos de cuarenta años, de tres universidades pasamos a más de 50, en fin, el siglo XX fue muy exitoso.

Los venezolanos nos acostumbramos y creíamos que eso sería así eternamente, entonces nos volvimos cómodos, satisfechos, criticones, sabíamos que vivíamos en el mejor país del mundo. Ciertas mentes lúcidas empezaron a alertar, desde los años ochenta, de que las cosas no iban tan bien, los llamados profetas del desastre, quienes adelantaban de que iba a llegar un momento en que el modelo petrolero iba a ser insostenible, tanto el modelo de distribución, como el de acumulación de capital, entonces llegó la crisis. El lobo anunciado llegó.

Primero, tímidamente, con la elección de Chávez en 1998, ¿por qué creo tímidamente?, bueno Chávez llegó por la vía electoral y a pesar de que se tenían ciertos temores con él, por militar, autoritario, etcétera; el tipo aparentemente quería jugar el juego democrático y todavía Venezuela tenía muchos recursos. A Chávez le tocó el segundo boom petrolero, por eso la crisis venezolana se asume paulatinamente estando Chávez vivo, sin el dramatismo de los últimos seis años. Este último tiempo, coincidiendo con la presidencia de Maduro, caen los precios del petróleo, cae la producción petrolera, empieza la masiva inmigración de venezolanos y los problemas se multiplican. Llegó el momento en que la sensación que tenemos es que se nos viene el mundo encima, que es un poco el clima psicológico que en este momento tenemos los venezolanos.

Cuando tú me preguntas si esto había ocurrido otra vez, esto ocurre con frecuencia, las crisis históricas son como las enfermedades, ningún ser humano está exento de ellas, ahora, hay enfermedades leves y graves, nosotros tuvimos una gran crisis histórica en los años de la Independencia, ahora la volvimos a tener, pero cien años después. Nos sorprendió  que un país con tan buenas posibilidades cayera en tan malas posibilidades, diría que las crisis son usuales en los procesos históricos, toda sociedad las vive, pero la gran novedad es que no estábamos acostumbrados a que podía ocurrirnos esto (…) Toda crisis se parece a toda crisis, pero nunca es la misma, toda crisis histórica tiene rasgos particulares.

—Se lo presenta hoy al modelo del rentismo petrolero como perverso, agotado…

—Ese es un discurso equivocado. Gracias al petróleo, a la renta petrolera es que tuvimos un siglo XX exitoso. De tal manera que no hay que demonizar el petróleo, el problema no es el petróleo, ni la renta, sino quien se roba la renta y cómo la distribuye. El problema son los gobernantes que administraron de una manera perversa esa renta, uno más que otro, hubo mucha corrupción y quizás una insuficiente distribución (…) Ahora, evidentemente desde el punto de vista económico el modelo económico rentista es insostenible, nadie puede vivir de rentas, a la larga termina arruinado. Una de las transformaciones cualitativas de nuestra mentalidad y cultura es pasar de una mentalidad rentista, de recibirlo todo a cambio de nada, sin ningún esfuerzo;  a la idea moderna del trabajo, del ahorro, del esfuerzo, del mérito, de la educación, de la preparación, de la jerarquía, de la meritocracia, es decir, invertir totalmente el modelo de venezolano que inventó el rentismo por un modelo de venezolano moderno, productivo, competitivo, global, pero eso no va a depender del petróleo, dependerá de nosotros mismos que tengamos la capacidad de desarrollar un sistema educativo con una estructura social que permita llegar a esa sociedad moderna a la que aspiramos.

—Pero hemos llegado a una crisis en la que no ha habido la suficiente estatura política en la dirigencia  para forzar una salida negociada, sin violencia …

—Yo diría que no. En la política en Venezuela se manejan dos tesis, especialmente a nivel de las élites políticas, partidistas, económicas, empresariales, unos, yo diría la mayoría; que queremos un cambio dentro de un proceso pacífico, democrático, constitucional, eso es lo civilizado, nadie apuesta a matarnos entre nosotros.

En ese sentido, las negociaciones tienen un valor político, pero cuando te sientas a negociar con alguien que no cree en las negociaciones es tiempo perdido. Aparentemente el Gobierno no cree en las negociaciones porque desde el año catorce se viene hablando de diálogo y el Gobierno sigue en su actitud represiva, no cambia de política, persigue a la oposición, en fin, un Gobierno autoritario que algunos califican de dictatorial. Yo diría que la mayoría está trabajando para una salida pacífica, constitucional, electoral, que sería lo ideal.

Evidentemente, eso no depende de quien quiere esa salida, sino de la otra parte también. Hay 34 diputados presos, exiliados o amenazados, más 500 presos políticos, la censura, eso potencia la otra vía. ¿Cuál es la otra vía? Cualquier otra vía de hecho. Hay dos vías la de derecho, enmarcada en la Constitución, en las leyes, en la convivencia; la de hecho es que si una no funciona se potencia la otra. No se trata de querer un golpe de Estado, una invasión, yo rechazo los conceptos de invasión y golpe de Estado, pero como historiador no puedo negar que forman parte de procesos históricos.

—Para una negociación  en la que una de las partes, como dice el informe Bachelet, viola derechos humanos, incurre en práctica autocráticas, eso de alguna manera no pueden ser elementos sobre los cuales negociar?

—Si el Gobierno piensa que no hay riesgo de perder  el poder va a negociar de mala fe, para ganar tiempo. Si el Gobierno piensa que puede perder el poder, con las consecuencias que esto significa, va a negociar de buena fe. Que es un poco lo que los gringos en su lenguaje muy directo han dicho: Varadero o Guantánamo. Qué significa Varadero, eso lo decía el vicepresidente norteamericano, ellos quieren que Maduro se vaya a disfrutar de una playa en Varadero, en Cuba, tranquilo no se van a meter con él si negocia y acepta entregar el poder y permitir una transición democrática; pero sino está Guantánamo, que como usted sabe es una prisión gringa.

De tal manera que creo es el dilema que debe estar viviendo Maduro, si le cree a los gringos y cree de verdad que puede perder el poder y negocia, sino lo cree, y se piensa más fuerte, entonces el conflicto se va a agudizar.

—¿En ese sentido no cree que la estrategia de EE UU subestimó la capacidad de resistencia del chavismo? 

—No creo que una potencia como EE UU, que tiene cuerpos de inteligencia, experiencia, subestime a nadie. Creo que se trazaron una estrategia, en interés de ellos o nuestro, no quiero juzgarlo: ayudar a salir de Maduro. Para eso hay muchas vías, pero para un país como EE UU la vía más cómoda es la diplomática, la financiera, el apoyo internacional y creo que eso es lo que se está desarrollando, una estrategia de aislamiento del régimen de Maduro, de sanción económica personalizada, para que la gente que apoye a Maduro sienta ese, él no va a poder sobrevivir políticamente a esto. El hecho de que más de 50 países democráticos, el Grupo de Lima, la OEA, la activación del Tiar en la OEA, yo diría que son fuerzas diplomáticas, políticas, económicas, estratégicas que van creando un clima para que Maduro negocie de verdad. Si eso no funciona, sino funcionan las vías por las buenas, vendrán por las malas. Lo que me luce insostenible es que Maduro pueda durar.

—Con un escenario tan adverso el chavismo, como movimiento político, se ha hipotecado con Maduro que cada día le sale más caro…

—El problema de ellos es que están divididos. No es ningún secreto que se dice que el Gobierno venezolano se ha convertido en una corporación económica, donde los militares tienen empresas, en el Arco Minero hay una empresa militar, están los negocios lícitos, contrabando de gasolina, narcotráfico, el país ha sido feudalizado en compartimientos económicos de intereses. Qué los une: el temor de perder el Gobierno, pero en lo demás están divididos y cada uno tiene su opción.

—Eso hace más complejo todo…

—Claro. De pronto Maduro quiere y Diosdado no quiere, o Diosdado quiere y los militares no, o que Padrino quiere, pero otro sector militar no. Entonces, esa ha sido la principal dificultad, realmente ellos no tienen unidad de mando, aunque lo aparentan, están profundamente divididos, tanto en su visión política de la realidad, como en sus opciones, personales y grupales y sí creo que le están haciendo un flaco favor al chavismo honesto o al chavismo democrático. Asumiendo que existiera, es indudable que el chavismo llegó a tener una fuerza política importante, eso es un capital político y ellos en un sistema democrático perfectamente pudieran sobrevivir como una fuerza política democrática, pero no lo veo fácil por su división y porque se contaminaron demasiado con la corrupción y con intereses  trasnacionales muy peligrosos, como el fundamentalismo del Medio Oriente, ese no es un pleito nuestro, no tenía por qué traerse acá, la narcoguerrilla es un problema colombiano, pero está en territorio venezolano, eso es innegable.

—Sobre el problema de la guerrilla colombiana y el conflicto del país vecino ha habido, en las últimas horas, como una especie de “juegos de guerra” irresponsables…

—Totalmente irresponsables. Con la guerra no se juega. Primero, Venezuela no tendría por qué gastar tanto dinero en chatarra militar. Segundo, tenemos que buscar relaciones internacionales pacíficas, y mucho más con los vecinos, especialmente Colombia. En la frontera no hay ninguna familia que no tenga algún pariente colombiano y viceversa (…) lo que tenemos que hacer es reformular relaciones de respeto, convivencia y complementariedad. Jugar a la guerra no conduce a nada y creo que a Maduro le puede salir mal la jugada de la guerra.

Hace poco recordé Las Malvinas, la dictadura militar argentina montó la reivindicación histórica de Las Malvinas y montaron su guerra, bueno la Thatcher les hizo frente, los derrotó y ellos perdieron el poder, ese es un juego peligroso que recomendaría desmontar lo más rápido que se pueda (…)

Cuando Venezuela se independizó teníamos casi dos millones  de kilómetros cuadrados, hoy tenemos un “milloncito”. Qué indica eso, que no le hemos dado importancia ni a la frontera,  ni a la geopolítica, ni a los vecinos y hemos salido perdiendo siempre, si este conflicto se desarrollara, nosotros corremos el riesgo de un perjuicio permanente territorial y de otro tipo.

—¿Advierte usted alguna posibilidad de una transición en la que participe el chavismo, como actor político, mínimamente?

—Me apunto a la tesis de una negociación para una transición democrática, pacífica y electoral, si el chavismo se convierte en un grupo de participación desde la oposición, no desde el Gobierno. No tengo rollo ideológico con nadie que compita en igualdad de condiciones, ahora un chavismo que quiera competir sin dejar el Gobierno no, por eso he comprado la tesis de un Gobierno de transición, pero sin Maduro en Miraflores, con los órganos de poder público, CNE, etcétera, equilibrados, juego limpio y garantías internacionales.

—En todo este juego también está la oposición, ¿qué crítica le hace usted a ese sector político?

—Ellos también están divididos. Cada partido tiene su visión, sus estrategias, sus intereses, las benditas candidaturas. La principal crítica que le hago a la oposición es que no han entendido que primero se sale de la dictadura y después vienen las elecciones. Ellos mezclan. Ellos son candidatos en plena dictadura, sin salir de la dictadura. En ese sentido no es lo mismo el ’58 (caída de Pérez Jiménez) con lo de ahora, pero en aquel momento el liderazgo político entendió muy claramente: primero había que salir del dictador y después ira a elecciones.

De hecho, Wolfgang Larrazábal sale del “perezjimenismo”, Wolfgang era un alto oficial y lo ponen a presidir la junta de transición; después Jóvito (Villalba) lo convence  de ser candidato y compite y el  “perezjimenismo” compitió y luego el propio Pérez Jiménez consiguió una senaduría por el Distrito Federal, no hay ningún problema si se acepta el juego democrático no hay por qué excluir a nadie,  pero una transición con el chavismo en el poder no será un juego limpio.

—¿Sirve de algo el modelo chileno en el caso Venezuela?

—Hay muchos modelos, Magdaleno (John, politólogo) ha identificado 100 casos, de ellos cincuenta y tantas transiciones fueron más o menos pacíficas, pero hay tres modelos que a mi juicio ayudan.  Nunca son exactamente iguales pero ayudan; el español, el chileno y el nicaragüense.

En España los partidos comunista y socialista negaban la monarquía, negaban al franquismo, pero terminaron sentándose (muerto Franco) con el “franquismo” para iniciar un Gobierno de transición con el “franquismo” que creaba las condiciones para una apertura democrática, para la recuperación económica, para una monarquía constitucional y ahí están, España logró 50 años de progreso, prosperidad y convivencia.

Los chilenos igual, cuando la fuerza armada obliga a Pinochet a respetar los resultados electorales  el pacto de la concertación permitió que Democracia Cristiana y Partido Socialista, antiguos rivales, se concertarán. Después el “sandinismo”, ellos aceptaron dejar el poder cuando ganó Chamorro y quedaron como una fuerza importante que después retomó el Gobierno, entonces sí hay posibilidades de crear una transición civilizada, viable que favorezca al país.

El mismo 23 de enero nuestro fue otro ejemplo. Jóvito y Betancourt eran rivales a muerte, el socialcristianismo y AD eran rivales a muerte, en el ’45, pero se reconciliaron y fueron juntos, eso no significa ser lo mismo. Jóvito mantuvo sus diferencias con Betancourt  y AD y propuso a Larrazábal, pero ganó Betancourt, quien se reconcilió con la Iglesia católica, con los militares, vía Ramón J. Velásquez; Caldera fue fundamental para que aceptara un gobierno de Betancourt, que venía con mala fama del ’45, de tumbar a un gobierno.

De tal manera que conciliar, reconciliar, negociar no son malas palabras en política, al contrario, son necesarias para que una sociedad pueda progresar.

—Hay un tema al que este país tampoco está acostumbrado, el de migrar, eso sí es inédito para Venezuela, estamos hablando de más de 4 millones de venezolanos, ¿qué significa eso para un país como el nuestro?

—Es el fenómeno más importante en términos sociológicos, antropológicos, culturales y económicos de lo que nos está pasando. El éxodo de venezolanos cambia totalmente los parámetros de la vida social venezolana. Fuimos receptores de migrantes, casi cuatro millones en el siglo XX, hoy, aparte de que se ha creado una diáspora de gente joven, de gente profesional, familias divididas, muy dura en términos personal y humano, tanto de los que se van como de los que se quedan. Ahora la experiencia histórica dice  más o menos lo siguiente, si en Venezuela hubiera un  retorno pronto a un sistema democrático, con recuperación económica, un porcentaje importante puede regresar, porque normalmente la adaptación y el éxito en otros ambientes lleva tiempo y la mayoría de nuestros emigrantes se fue en los últimos 4 o 5 años y a muchos no les ha ido bien (…). A los que le toque el destino quedarse afuera terminará siendo una riqueza adicional venezolana en el exterior.

— En ese sentido, ¡ante una posible transición una prioridad debe ser una política que incentive el regreso de venezolanos?

—La mejor política es que recuperemos la democracia, los servicios públicos y tengamos un proceso económico eficiente. Volver a ser un país atractivo para los mismos venezolanos.

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